Este año aún teníamos pendiente tomarnos unos días de descanso. O al menos de desconexión, porque yo no soy de los de viajar para tirarme en una playa, no tengo paciencia para hacerlo. De hecho, ahora mismo necesito unas vacaciones para recuperarme de las vacaciones.
Tras estar mirando varias opciones, apareció una buena oferta de vuelo que no podíamos dejar pasar. Poco más de 300€ por volar desde Málaga a Montreal, tasas incluidas.
En total teníamos 7 días efectivos con el plan de visitar la costa este de Canadá, y doy fe que con esfuerzo lo conseguimos. Así que, contando con coche de alquiler, la idea era moverse todo lo posible. El resultado han sido más de 2.500 kilómetros desplazándonos entre Tadoussac, Quebec, Ottawa, Niágara y Montreal.
La combinación de vuelos era de lo más variopinta, siendo mejor la ida que la vuelta. Tras unas horas de avión, hacíamos una escala de unas cuantas horas en Nueva York. Con algo más de tiempo de escala nos hubiésemos planteado una salida rápida a la gran manzana.
Pero con sólo unas horas por delante lo único que podíamos hacer era esperar nuestro nuevo vuelo hasta Montreal. Volamos en un pequeño Canadair que casi parecía un avión privado por su pequeño tamaño. Sorprendía bastante la agilidad del avión, con una aceleración en el despegue bastante mayor que la del Boeing que nos llevó hasta allí.
Horas más tarde, tras 15 horas de viaje, llegamos a Montreal, donde simplemente tocaba hacer noche.
Nuestra primera parada sería Tadoussac, un pequeño pueblo costero donde comienza (o termina, según cómo se mire) el fiordo de Saguenay, y que es famoso por sus avistamientos de ballenas. Con unas 6 horas de viaje por delante, teníamos que salir al amanecer.
A la mañana siguiente también tocaba madrugar, había que aprovechar el idílico lugar para correr un poco. No siempre tienes la oportunidad de correr en un sitio tan agradable, así que de nuevo salí a la calle al alba.
Había echado un vistazo rápido a Strava, para buscar segmentos y ver por dónde corría la gente en este pequeño pueblo. Sólo encontré uno, una subida de algo más del 4% de desnivel que me sorprendió porque tenía un KOM (King Of the Mountain, o tiempo record) muy asequible en Strava. Así que había que dejar mi marca, la de todos vosotros, y ya tengo mi primera corona, a miles de kilómetros, pero la tengo. ¡Yuju!
El plan de ruta que quería hacer en esta salida era llegar al mirador de uno de los puntos más lejanos del pueblo, al cual se accedía a través de una carretera que a esas horas estaba totalmente desierta. La bruma le daba también un toque especial. Los que veáis «The Walking Dead» seguro que estáis esperando zombies al final del camino.
Tras abandonar la carretera, un pequeño camino de tierra y arena me iba a llevar al mirador más lejano.
Desde este punto es posible divisar ballenas. Pero a esa hora de la mañana en la que todavía no había salido el sol, lo único que se veía era una densa niebla que se posaba plácidamente sobre el agua. Aún así, una bella estampa.
De vuelta al puerto comenzó a amanecer.
¿He dicho ya que la niebla daba pie a tomar imágenes tenebrosas?
Tras terminar el entrenamiento de la mañana, tocaba subirse a la zodiac para disfrutar de las ballenas.
Y también del paisaje.
La siguiente parada, Quebec, también tendría su entrenamiento en una parte de un impresionante carril bici de casi 50km. Pero sería justo antes de partir de allí, pues antes tocó la visita correspondiente a esta ciudad tan especial, un pedacito de Francia en el norte de América.
Nuestra siguiente parada era Ottawa, capital del país.
Donde al día siguiente, domingo, había carrera. Se trataba de una prueba de 5K y de media maratón con motivo del día de las fuerzas armadas.
Si te soy sincero me quedé con las ganas de haber corrido la media maratón, tal vez habiéndolo preparado con algo de antelación hubiese sido posible. Aún así, no podíamos dejar pasar la oportunidad de animar desde la barrera. Entre ambas pruebas había más de 25.000 participantes, una enorme marabunta de corredores que tomaron la salida en diferentes grupos. Con liebres para todos los gustos, ncluso para más de 3 horas, para aquellos que querían tomárselo con calma y andar la mayor parte del recorrido.
Al ser el día de las fuerzas armadas, la presencia militar era evidente, con muchos soldados tomando parte en la celebración, tanto en la carrera como en la ambientación de la misma. De hecho el «pace car» también era un vehículo militar (no el de la foto, claro).
Y aunque no corrí, ¡al menos me llevé camiseta de recuerdo!
Tras la carrera pusimos rumbo a las Cataratas del Niágara. Nuevamente teníamos un montón de kilómetros por delante.
Llegamos por la noche, un momento perfecto para ver las cataratas iluminadas por la noche y además, con menos caudal de agua. Y es que por la noche se reduce el caudal para evitar el desgaste, ya que las cataratas se engullen a sí mismas por la fuerza de las mismas. El resultado es que con dicho desgaste la catarata se retrae río arriba, con su consiguiente desplazamiento.
¿Y no queremos que la catarata desaparezca de su punto actual, verdad? Sobre todo con el negocio que tienen montado alrededor…
A la mañana siguiente también quise aprovechar la magnifícia oportunidad de poder correr en un lugar único, así que de nuevo salí antes del amanecer (esta vez salí cuando todavía era de noche) y aproveché a hacer unas cuantas fotos con la salida del sol.
Más tarde iríamos a ver las cataratas desde abajo, a bordo de un barco que te aproxima a ellas para poderlas apreciar en toda su magnitud.
Cuando uno baja y se va acercando, sabe que se va a mojar. Sobre todo si te dan un impermeable antes de subir al barco. El impermeable es gratuito, y bastante malejo. Nosotros llevábamos uno propio, pero como nos daban uno, total, ya nos poníamos el que nos dieron. ¿Tanto no sería, no?
Es a los pocos minutos cuando te das cuenta de que no es que te mojes, es que te empapas. Literalmente. Sobre todo si has sido más listo que todo el grupo de japoneses y te has colocado en la proa para tener mejor sitio que nadie. Esos mismos japoneses que llevaban pantalones y chaquetas impermeables, y que no salían a la cubierta del barco, quedándose tras los cristales… ¡qué listos los japoneses…!
Pues aquí me véis tratando de huir de la catarata.
Como puedes imaginar, lo siguiente que hicimos tras salir del barco (entre ruidos de «chof, chof, chof» al caminar) fue cambiarnos de ropa. Porque esa noche dormíamos en Montreal y el viaje era de nuevo muy largo, no apetecía hacerlo mojado. Pero antes había que terminar de disfrutar de las cataratas.
Y ante la duda, si, desde arriba también te mojas, al menos si hace viento.
Aquí podéis ver el barco a punto de ser engullido por la catarata. Claro, que esto lo comprobamos después de bajar de él, seguro que de haberlo hecho al revés nos hubiésemos preparado mejor.
El 22 de septiembre era el día mundial sin coches. Y en una ciudad tan adaptada a la bicicleta como Montreal no se podía dejar pasar la oportunidad, sobre todo si daban opción a usar un día completo el sistema de bicicletas compartidas Bixi por un solo dólar.
El funcionamiento es sencillo. Pagas tu cuota, y tu tarjeta de crédito queda asociada al sistema. Llegas a una estación con bicicletas disponibles e, introduciendo la tarjeta, obtienes un código para desbloquear una de ellas. A partir de ese momento puedes usarla hasta 30 minutos sin pago adicional, y si superas ese tiempo se te cargará una pequeña cantidad, que irá aumentando cuanto más tiempo excedas. Pero no hay ningún problema en dejar la bicicleta en una estación y minutos más tarde volver a usar otra, tanto de la misma estación como de la de al lado.
La ciudad está plagada de ellas, por lo que ir de una a otra es muy sencillo, aunque en según qué zonas y a qué horas puede ser algo complicado encontrar una zona libre donde poder dejar la bicicleta. Pero nos sirvió para ver Montreal de arriba a abajo en una sola mañana, de forma muy rápida y cómoda, ¡y por solo un dólar!
Las bicicletas son muy simples. Un cambio Nexus de Shimano interno en el buje trasero, con sólo tres marchas y unas luces de funcionamiento automático al estar en movimiento. No sirven para hacer una contrarreloj, pero nosotros pudimos hacer buen uso de ellas. Y repito, pudiendo visitar Montreal en escasas horas.
Así que ya estoy de vuelta. ¡Un viaje fantástico! Pero ahora toca volver al trabajo, la rutina y los entrenamientos. Y por supuesto, a seguir trabajando en más pruebas de dispositivos.
Qué envidia de viaje!!!Y curioso lo de ese segmento de récord,jejeje 😉
La verdad es que lo disfrutamos bastante, aunque ha sido agotador.
Mira que hay que irse lejos para conseguir un récord en Strava… 😉